Si pudiéramos almacenar fragmentos de frases no dichas, si pudiéramos guardar los sueños que nunca soñamos, si pudiéramos recuperar lo que nunca dimos...
Esperamos un tren, sentados en la estación Murria, quietos, sin prisa, aguardando solamente con el pasaje entre las manos.
Cuando lleguen, a tiempo o no, abordaremos esos trenes, uno a uno y, viajaremos por túneles y acantilados del pasado, en viejos vagones húmedos y malolientes, cuyas opacas ventanas apenas nos permitirán mirar entre la bruma.
Un desdibujado paisaje de figuras imperfectas enverdecidas de nostalgia, oscurecidas por un tiempo que se ha ido y, que se fue, justamente,
entre un túnel en penumbras.
En Murria, como en la vida, anidamos los eternos pasajeros en espera de fugarnos; esperando constantemente el tren que nos llevará
por centenas de lugares, a ninguna parte,
de ida y vuelta, sobre el mismo sentido, serpenteando sobre la misma vía, una y otra vez, hacia adelante y hacia atrás; pues no hay rieles en inverso.
Esperar así, esperando... Siempre aguardando un tren; uno, y otro más...
Inmóviles vemos pasar, así... "pasando", hasta que llegue el tren de la última odisea, el del entendimiento, el que, abrupto o de apoco, fenezca y, nos lleve finalmente, a nosotros; restos cargados de nada por haberlo dejado todo, acompañados de nadie, hacia ninguna parte, bajo ningún pasaje y, hacia ninguna estación más.
En la estación de tren...

Autora Isis Bobadilla
Fotografía de Joel Solórzano