Pobre pequeño lobo indefenso...

​

Te arrancamos de tu naturaleza

para echarte en nuestros brazos,

arrebatarte la gallardía y

convertirte en un regalo,

en un juguete.

 

Y luego, te tiramos a las calles creyendo que sobrevivirías...

 

Te arrancamos,

como arrancamos a los árboles de su tierra,

y te trajimos a la fronda de las ciudades,

donde la crueldad y la resaca abundan.

 

Ahora, con las patas rotas al igual que tu alma,

te condenamos a no dar más hijos a este mundo,

donde los que sobramos somos los humanos;

guardianes ciegos de perversidad.