En hojas de madera y cuenca arremolinada,

en letras poco escritas, ¡escribe nuestro clamar!

Hilvana esta mañana en una más dulce caña,

y únete a nuestras manos para rezar.

 

Guardián, guerrero de paz,

protector del silencio...

Escríbenos de nuevo y,

sánanos la herida al resucitar.

 

Jornalera de frutos y de esperanzas,

madre pequeña, tierra sembrada,

llórame y mora en nuestro desvelo,

hasta que hayan encinas para callar.

 

Hortelano, indígena artesano,

muérdago y cuesco debilitado,

prometido de profetas anhelados...

¡Haznos calmar!

 

Míranos otra vez,

y siémbranos un vergel ya cultivado.

¡Reedifícanos!, desdibuja y vuelvenos a pintar,

en el lienzo en que estamos cristalizados.