Cansado de este mundo

Un hombre de edad madura estaba a punto de lanzarse a las vías del tren subterráneo en medio del bullicio, cuando un anciano le pudo detener abrazándolo y tirándolo hacia el suelo. El hombre molesto, forcejeó quitándose de encima el cuerpo del anciano, y le dijo:

— ¡Déjame! Pero...¿qué estás haciendo?, ¿por qué me detienes?

—¡Porque lo que estabas a punto de hacer está muy mal! Uno nunca debe quitarse la vida. La vida es sagrada.

—¡Para mí no! Estoy cansado de este mundo. ¡Muy cansado! No deseo vivir más.

El anciano trató de tranquilizarlo un poco, y juntos fueron a sentarse a la banca más cercana de la estación. Y entonces le dijo:

—La vida nos la entrega Dios, y él debe quitárnosla a su tiempo. No somos nosotros quienes cobardemente nos iremos de este mundo.

—No me has escuchado... —le dijo el hombre, ya más tranquilo— ¡No es cobardía! Realmente estoy cansado. ¡Muy cansado! El mundo está lleno de violencia, guerras, hambre, incendios, inundaciones, terremotos, niños abandonados por su padres, padres que no pueden tener hijos y sin embargo no adoptan.

El mundo está lleno de maldad, crueldad e indiferencia hacia todos y hacia todo. Matamos animales despiadadamente por diversión, mutilamos árboles por motivos estúpidos, contaminamos nuestros mares y saqueamos a no poder más la maravillosa vida marina...

Al mundo lo gobiernan los criminales y la gente buena es sometida, secuestrada o torturada. Los criminales andan libres disfrutando del dinero que se roban y los inocentes están presos sin poder probar su inocencia. ¡Ya no puedo vivir más en este mundo! Estoy agotado.

El anciano, que además era un pastor religioso, le dijo entonces:

—Si te sientes así, si ves la vida de ese modo, siempre puedes acudir a Dios. Él siempre está contigo, en todas partes, en todo momento, Dios está dentro de ti.

A lo que el hombre le respondió:

—Así es. ¿Acaso no te diste cuenta? Nos interrumpiste.